ROKKAKU-DO: EL TEMPLO DETRÁS DEL STARBUCKS

Templo Rokkakudo

Caminando hacia el Mercado de Nishiki en Kioto, Japón, pasé por este Starbucks y noté que un templo se asomaba discretamente en el fondo. Rokkaku-do es un templo budista, uno de los más antiguos de Kioto.

Una de las mejores cosas de visitar Japón es que hay mucha cultura e historia por todos lados. En serio, donde quieras que vayas, ves algo que te sorprende. Básicamente, hay un santuario y/o templo en cada esquina, y cada uno tiene su encanto. Por lo tanto, no debería haber sido una sorpresa que uno de mis templos favoritos lo encontrara de casualidad mientras iba del Castillo de Nijo al Mercado de Nishiki.

Andando por una zona céntrica, más de paso que explorando, creí ver el reflejo de un templo. Era la vidriera de un Starbucks. Por eso gire hacia la vereda de enfrente buscando los kawara, las tejas de estilo japonés. No las encontré, porque en realidad estaban detrás de los cristales de la cadena internacional.

Protegido por edificios modernos y altos, es un oasis en medio de la ciudad. Pequeño y tranquilo, permite conocer muchas de las tradiciones japonesas sin el tumulto turístico. Rokkaku-do (originalmente llamado Shiunzanchoho-ji) es un templo budista, uno de los más antiguos de Kioto. El nombre se debe por su forma hexagonal («rokkaku» significa hexágono; y «do», templo), algo poco común entre estas construcciones.

 

El ombligo de Kyoto

Pequeñas piedras con sombreros tejidos y baberos rojos me reciben. Son los Bodhisattvas de Jizo los protectores de los niños no nacidos o que fallecieron a una edad temprana. También, son aquellos que amparan a los viajeros y las mujeres. Muchos tienen a sus pies bebidas y comidas como ofrenda. Continuando alrededor del templo, encuentro un pequeño santuario naranja custodiado por peces koi y cisnes. Su reflejo no hace más que duplicar la belleza del lugar.

En el interior, el templo es muy sereno. El olor a incienso se intensifica. Las pocas personas que están parecen locales. Encienden velas y rezan. Su ritual es una coreografía, parece que nos la están enseñando por la delicadeza con que la hacen. Me pierdo entre sus pasos y los sonidos de las oraciones en murmullos. Suena una campana y el tintineo de las monedas cayendo en el cofre de la caridad.

Un gran sauce es el hogar de diminutos trozos de papel blanco. En sus ramas está la mala fortuna que dejan atrás y la buena que desean intensificar, según aprendí en otro templo. Además, hay estructuras especialmente dedicadas para atar los omikuji, como se llama en japonés a la lotería divina. Si es buena, muchos se la llevan a sus casas. Siguiendo la leyenda de doblar 1000 grullas de origami para conseguir un deseo, encontramos guirnaldas multicolores que se destacan entre tanto blanco.

En frente de la sala principal del templo hay una piedra hexagonal. Esta piedra se llama «Heso Ishi» que significa «piedra de ombligo». A pesar de quedar en el centro geográfico de Kioto, tuve la sensación de estar en el medio de la nada y haber encontrado un tesoro. Poder ver cada detalle sin que haya tanta gente me hizo sentir afortunada.

GOSHUINCHO

Goshuincho: Los sellos y caligrafías de los templos de Japón

Una mesa con secadores de pelo me desconcertó. No fue hasta que entré a la tienda que entendí de qué se trataba. Justo al lado donde la gente compraba tablas de oración de madera, una mujer con una gran sonrisa estaba lista para explicarnos de qué se trataba. Pareciera que siempre están atentos por contarte sus tradiciones (y como disfruté esta característica de los japoneses).

Cuando visitas santuarios o templos de Japón podés llevarte, lo que considero, el mejor recuerdo en forma de sello o caligrafía. Su nombre es el goshuin (御朱) o goshuincho (御朱印), y cada uno de los templos y santuarios tiene uno específico.

Consultó si tenía un libro de sellos o cuaderno. Como era la primera vez que escuchaba sobre eso, le muestro mi agenda y aceptó hacerlo allí. Cuidadosamente presionó sobre la hoja una combinación de sellos de color rojo brillante. Con un pincel y tinta negra, escribió encima en caligrafía. Una vez terminado, lo cubrió con un pedazo de papel que ayudó a evitar que la tinta se derrame o impregne en la página anterior.

El sello suele estar conformado por el nombre del templo, la deidad que venera y la fecha de visita. Lo tradicional es que se coleccionen en una libreta específica de sellos, que se puede conseguir en los  templos mismos o en la sección de papelería de las grandes tiendas. En esta oportunidad, también vimos como un hombre solicitó realizar el sello sobre un póster.

Una vez listo el sello, hice un donativo de 500 yenes y me entregaron mi agenda con uno de los mejores recuerdos de mi viaje a Japón. Con una gran sonrisa y un arigato gozaimasu (gracias) mostré mi agradecimiento al templo.

Este país destapó mi yo coleccionista. La emoción de no saber cómo será el sello y la plenitud al encontrarlo es parte de una colección que estuve armando durante mi viaje por Japón.

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