Wes Anderson. Si todas las mañanas comenzaran con un filtro de Instagram, pero natural, no nos costaría tanto arrancar los días. La clave está en Milán.
El tono cálido que da el reflejo dorado y suave del edificio de oro de la Fondazione Prada combina perfectamente con cada uno de los detalles que Wes Anderson pensó para este local. Todo brilla, hasta lo moños de los baristas que preparan el café.
Un mes antes de viajar a Europa, internet me sorprendió con la noticia de un bar creado por Wes Anderson. Mientras cargaba el sitio, cruzaba los dedos para que sea en una de las ciudades en el itinerario. ¡Bingo! Milán, y cerca de nuestro hotel sin desayuno contratado…
Es una mañana soleada, caminamos entre construcciones grises. Dentro de una antigua fábrica, el Bar Luce. Su objetivo (y lo logra muy bien) es recrear el ambiente de los antiguos bares milaneses. Entrar significa ingresar a un mundo de colores pasteles y gente bien vestida. Desayunar ahí es estar en la escenografía de una de sus películas. Falta algún hombre imitando su estilo con un traje de terciopelo en el salón y cartón lleno.
Sin las multitudes se puede disfrutar los techos arqueados, de la estructura original, que son una versión reducida del techo de cristal abovedado de la Galleria Vittorio Emanuele, un símbolo de la ciudad. El papel que cubre las paredes imita sus alrededores completando la sensación de estar disfrutando un capuccino e cornetto en un Milán de los ’50.
Hay máquinas de pinball de Steve Zissou y de discos con música italiana. Nadie está interesado realmente en jugar o elegir alguna canción para acompañar, sino más bien admirar cada objeto alrededor.
Con una sonrisa, el corazón contento y la panza llena damos inicio al recorrido de la capital lombarda.
Si tan sólo Milán estuviera más cerca, porque ya lo decían nuestros padres: el desayuno es la comida más importante del día.
Milán. Junio, 2015.
LARGO ISARCO, 2
MILÁN.
