GUSTO ADQUIRIDO

A donde fueres haz lo que vieres. Viajar es explorar, probar y empaparse de la cultura de cada ciudad. Un tour, varios idiomas, cinco horas y litros de cerveza es la receta necesaria para adquirí un símbolo de Munich.

Esto no es sólo un relato de viaje, sino de cómo empecé a tomar esta famosa bebida y que mejor que dar los primeros pasos en una capital llena de Biergarten y cervecerías donde el líquido ámbar parece fluir sin fin.

La cerveza es la bebida de la sociabilidad. No me malinterpreten, era sociable antes de conocer Alemania, pero no tomar cerveza era muchas veces una incomodidad. Para mí, Munich, es la mejor escuela para adaptarse al “vamos a tomar unas birras”, “vamos de caña”, “alternar” entre otras expresiones que fui aprendiendo. La cerveza es espontanea, refrescante y apta a toda hora. Es un acto sencillo y tan cotidiano.

Ir por una cerveza con amigos es uno de los momentos más esperados de cualquier mortal estándar. Siempre hay excusa para celebrar o por qué no para llorar un suceso. Se gane, se pierda o se empate, cualquier evento es idóneo de terminar con una cerveza en mano y algo para picar sobre la mesa charlando  sobre lo divino y lo profano sin que el correr de las agujas importe.

Desde 1516, los alemanes han ido perfeccionando la combinación de agua, cebada malteada y lúpulo. Pub Crawl es un verbo desde 1932 y significa “desplazarse en grupo de un establecimiento de bebidas al siguiente, bebiendo en cada uno”. Esa era la consigna y la cumplimos.

Llegamos en tren. Sin salir de la estación central (Hauptbahnhof) elegimos como sería nuestra primera mirada de la capital alemana. Empezaríamos caminando nuestros recuerdos de la ciudad con una cerveza y desconocidos internacionales.

El recorrido comenzó alrededor de las siete de la tarde y terminó mucho antes de la medianoche. En un ambiente relajado personas de todas las edades nos reunimos bajo el mando de un guía irlandés. Todo fue alegría, idiomas y cultura mientras viajábamos en subte al próximo destino.

Cada parada significó una nueva medida de cerveza. Así comprobé como obtener un nuevo gusto por algo. Tras cinco litros le tomas cariño al brebaje dorado.

La visita más destacada fue Hofbrauhaus la casa cervecera más antigua. Con techos abovedados y mesas de maderas largas donde compartir una Maß con un tercio del vaso de litro de espuma. De fondo folclore y bailes típicos, las multitudes crean la atmósfera adecuada donde lugareños y turistas comparten el momento. El personal, luciendo tradicionales vestidos bávaros, te acercan un típico pretzel para no beber con el estómago vacío.

La última parada fue en un bar de un hostel, lugar donde terminó la noche para algunos (aquellos que madrugamos para seguir recorriendo la ciudad) y empezó para otros, aquellos que el baile derrumbó toda barrera idiomática. “Tomo cerveza con amigos y hago amigos tomando cerveza”. Un relato de evolución social que comenzó en Alemania y continúa hasta el día de hoy. ¡Brindemos! 

Munich. Febrero, 2010.

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