VISIBILIDAD

Una ciudad con su constante movimiento tiene miles de distracciones y es fácil descuidar (o hacerse el b%#udo frente a) situaciones, lugares y personas del día a día. Pero qué pasa cuando el escenario habitual cambia, y esas situaciones, lugares y personas son inevitablemente visibles. Lo esencial es el encuentro uno a uno.

Microcentro porteño. Un edificio en desuso y abandonado construido por la familia Lanusse. Techos altos y una recepción con carteles que conmemoran antiguas operaciones de remate de frutos y cereales. Dos guías custodiados por un guardia organizan la entrada y responden las preguntas de los curiosos. ¿Qué hay ahí adentro? Cada experiencia es diferente y las respuestas están adentro. Su entrada se transforma en una sala de espera y uno de sus cuartos en lugar de confrontación.

Dudo mientras veo las caras de los que salen, es mi turno. Adrenalina de lo nuevo y desconocido. Ese sentimiento de primer día. Ya estoy ahí y quiero saber qué esconde ‘I’m here’, donde la presencia de una persona sin techo se plantea como una performance. “Camina por el pasillo central hasta el fondo y después dobla a la izquierda en el primer cuarto”, son las únicas indicaciones.

Un empapelado marrón con algunos rincones caídos. Tubos de luz fluorescente en el techo. La pared que enfrenta a la puerta está pintada del blanco más puro, funciona como marco y dirige la mirada hacia un solo lugar: un hombre que lee sentado sobre el piso.

Con una voz suave y cálida da la bienvenida: “Hola, ¿cómo estás? Soy Mario, si queres podes sentarte”. Un hombre delgado, con barba prolija y vestido con pantalón y campera gris. Rompe el silencio contando de su libro ‘El hombre que fue jueves’ de Chesterton, dándole importancia a la fuerte presencia del diálogo en el texto. Hablamos de la familia, de su madre, de lo importante que es un título en el bolsillo. “Mira, yo no tengo nada”, sacándolo afuera. También hablamos de un dios y de la fe. “La fe es confianza. Primero, tenemos que creer en uno mismo para poder creer en otro”.

Una voz vagamente conocida nos interrumpe, luego la imagen del guía rompe la falsa realidad: no es un acto espontáneo, es una obra de arte. Y para Mario un trabajo que realizó por tres días consecutivos. Una charla que no duró más de 10 minutos, empezó lento y terminó interrumpido por las exigencias de la organización. Pero, sin lugar a duda, tenía ganas de más.

Horas después, caminando por la calle peatonal Florida, lo vemos pidiendo algo para tomar en Mc Donald’s. Esta es su realidad, una repleta de personas pero que muchas veces se siente solitaria. Una que no facilita un acercamiento. Nos guiña el ojo y sigue su camino.

La ciudad se hace con los seres humanos que la perciben, la viven y aprovechan. Asociamos a los lugares con sentimientos. El edificio Lanusse ya no es una vivienda huérfana, es un espacio que invitó a un encuentro. Una plataforma para vivir una nueva experiencia.

Buenos Aires. Abril, 2014

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